sábado, 1 de diciembre de 2018

El recuerdo...

Hay cosas imposibles de olvidar, cosas que por más que lo intentemos, van como adheridas. El primer beso, el primer desengaño, el primer amor, el primer desamor. La muerte de un ser querido, el dolor de la pérdida. Reliquias del pasado que parecen perpetuarse hasta que llegan otras más presentes, el nacimiento de un hijo, el calor de la familia, el resurgir de cualquier ceniza, el tiempo que pasa y nos envejece, la juventud para siempre desaparecida, el idolatrado presente, el temido e inexorable futuro... La vida en suma, todo lo que recordamos, vivimos y nos ocupa.

miércoles, 18 de abril de 2018

Voceras gratuitos

Una de las cosas más difíciles que hay en este mundo hipercomunicado, es tener un pensamiento crítico y libre. Las ideologías de los medios de comunicación existentes en cada país, terminan de alguna forma socavando y destruyendo la imparcialidad de nuestros análisis y opiniones, de forma soterrada a veces y otras con una tendenciosidad realmente despreciable. 
Dan carnaza a diario a nuestras vísceras y las alimentan con la perfección de una maquinaria de reloj suizo. El poslenguaje de los medios para maquillar la realidad con expresiones almibaradas, los estados y corrientes de opinión nos invaden desde los diferentes medios informativos y es extremadamente difícil desgranar lo real de lo inventado. Ver detrás de las cortinas de humo y mantenerse ajeno, sin opinar de todo cuanto acontece. Somos manipulables y ellos saben mover bien los resortes para que nos convirtamos en altavoces gratuitos de sus oscuras intenciones, haciéndonos ver que somos libres para opinar, cuando en realidad, nuestra opinión se fundamenta en una gran mentira, una gran estafa urdida por quienes nos siguen engañando a su antojo y nos distraen con deportes, encuestas, votaciones, nacionalismos, alcobas reales, shows de la realidad y corruptelas de unos y otros que se tapan entre ellos eternizándose en los juzgados y alimentando el lucrativo negocio de los mass media. Si pusiéramos en cuarentena cada opinión e información que nos llega, terminaríamos dándonos cuenta que todo es bastante pestilente y que la realidad se ha convertido en una especie de culebrón bicéfalo, en el que disparan su pólvora los ideólogos de derechas e izquierdas y nosotros expandimos su sucia metralla, ignorantes y ajenos al meollo de la cuestión. Cada vez es más absurdo opinar y tomar en serio a la prensa, a la radio, a las agencias de información, a las televisiones, porque en el fondo son un negocio que se debe primero a las ideologías y luego a la legión de borregos que consumimos su bazofia sesgada.


"El capitalista y el editor son los nuevos tiranos que se han apoderado del mundo. Ya no hace falta que nadie se oponga a la censura de la prensa. No necesitamos una censura para la prensa. La prensa misma es la censura. Los periódicos comenzaron a existir para decir la verdad y hoy existen para impedir que la verdad se diga."

(Gilbert Keith Chesterton)

miércoles, 21 de febrero de 2018

El fin del mundo





Soñó que se iba a acabar el mundo en tres días, ojeó la prensa y todo parecía corroborar tan apocalíptico vaticinio; huracanes, terremotos, escalada nuclear.

 Ya había leído antes cosas semejantes en el 99 y el 2012, pero ahora tenía como un pálpito, algo en su interior le anunciaba que eran sus últimos días.
Se preguntó entonces qué podría hacer antes del final. Esa misma mañana alquiló el coche de sus sueños, un deportivo azul, una bestia indomable, una flecha fulgurante.

Su mente cavilaba cuanto le quedaba por hacer mientras su pie derecho pisaba el acelerador y un rugido salvaje de caballos desbocados, emanaba desde las entrañas del motor.

Tenía que reunirse con su familia, abrazarlos a todos, decirles cuanto los quería. Debía encontrarse con su amada y llevarla al más exótico de los restaurantes de la ciudad, pasar una última velada con ella, amarla dulcemente en el más exclusivo de los hoteles…

Debía despedirse de sus amigos y estrechar firmemente sus manos, tomar una última cerveza con ellos, debía perdonar a sus enemigos y dedicarles una última sonrisa.

Debía perdonarse a sí mismo y aceptarse frente al espejo, olvidar cuanto no supo ni quiso hacer y valorar todo cuanto hizo.

Pero antes que el mundo se fuera a la nada, se despeño él con el deportivo alquilado y todos y cada uno de sus propósitos se vieron incumplidos, sólo fueron imaginados en un instante fugaz.

Sacaron su cuerpo como pudieron de aquel amasijo de hierros y en su rostro aparecía la mueca de una extraña sonrisa, como si de verdad hubiera cumplido cada uno de sus sueños antes que el mundo se acabase, su propio mundo, porque el otro, continuó girando sin él.

martes, 9 de enero de 2018

Vejaciones made in Hollywood

Hollywood, la meca de la ficción, la fábrica de los sueños, ha puesto sobre el tapete el problema del acoso, la humillación y la vejación que sufren los más débiles y desvalidos a manos de los pseudodioses o diosecillos del celuloide. 
 
El famoso productor Weinstein se lleva la palma, con una lista interminable de denuncias por acosos y abusos sexuales y parece ostentar el dudoso honor de ser el primero, el caso más paradigmático de una larga lista que se avecina, de otros que actuaron de forma parecida, aunque todos sabemos que esto es viejo como el barro y que estas cosas no se dan únicamente en la meca del cine. 
 
El abuso de poder del hombre sobre la mujer y del fuerte sobre el débil se ha dado siempre y ha sido silenciado, consentido y aguantado estoicamente, a lo largo de los siglos, por diferentes motivos y razones.
 
Así han saltado a la palestra Kevin Spacey y Dustin Hoffman entre otros, el primero acosando y abusando de tiernos y no tan tiernos infantes y el segundo haciendo lo propio con una nada desdeñable lista de mujeres con las que compartió protagonismo en famosísimas películas. 
 
Los próximos meses saltarán muchos escándalos más una vez que la mecha se ha iniciado. 
 
El escándalo ha convertido a estos genios de la interpretación, en ídolos caídos en desgracia y en muchos casos, la connivencia o aceptación tácita de su infinidad de víctimas, fuera por conveniencia propia o por temor a represalias, caso de Meryl Streep, no ha hecho otra cosa que magnificar el problema. 
 
Una vejación es una vejación, no es comparable a otra, pero como en todo, hay muchos grados de humillación y el sufrimiento no es mesurable. Estamos hablando de personas con un status de vida muy elevado, quizás ese status, tristemente en muchos casos, haya determinado o impuesto el silencio. 
 
Por un momento pensemos en casos más cotidianos y cercanos, dejemos Hollywood y pensemos en personas de nuestro propio país, en personas con trabajos mal o normalmente pagados y remunerados, que encima han de aguantar a seres detestables que a diario las ponen en situaciones vejatorias.
 
Pensemos en esos individuos despreciables y casposos que tratan a las mujeres o a sus subordinados, como mercancías y que sirviéndose de su pequeña parcela de poder, denigran y fuerzan a obtener favores personales o sexuales mediante coacción o chantaje. 
Pensemos también en quienes alientan el mercadeo de su propio cuerpo para obtener cualquier fin. Parece que esto hubiera existido siempre.
 
Desgraciadamente no es una película, ocurre y se silencia en estos casos por temor; miedo al despido, miedo a dejar de ingresar, miedo a no prosperar...

De la fábrica de mentiras ha salido al fin una verdad, han filtrado que los poderosos abusan de los débiles, que hay depredadores sexuales y explotadores de la condición humana, que en su meca, ya lo van a tener muy improbable para llevar a cabo impunemente sus aborrecibles acciones.
 
Y puede que esto sea realmente lo que nos identifica, nuestra condición humana está marcada por la supuesta superioridad moral de unos individuos sobre otros y esa errónea idea, es un problema atribuible, a una educación exenta de valores igualitarios y solidarios.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Tres pastillas

Le presentaron tres pastillas; una azul, una verde y una roja. 

La azul le mantendría en la inopia, en la feliz ignorancia, calmado y sin preocupaciones, un árbol feliz echando raíces. La verde le proporcionaría conocimientos, sabiduría, pero todo desde la inacción. Por último la roja aunaba a las propiedades de la verde, la acción.

Quien tomara ésta última se convertiría en un líder, en un gurú, en alguien capaz de transformar el mundo, de cambiarlo. No sabía muy bien por qué lo habían elegido a él, y por qué razón le habían detallado con tanta precisión las propiedades de cada pastilla. Adán tomó las tres a la vez, a priori las encontró interesantes, y su presentador se quedó estupefacto con aquella decisión. 


Y así anda Adán desde entonces, a caballo entre tres mundos distintos, un poco como todos los que llegamos después...
No eran manzanas, eran pastillas...

sábado, 5 de agosto de 2017

Malaventuranzas

Malaventurados son los quemados por el sol, que sin sombra aguantan, porque de ellos es el reino de los infiernos.
Malaventurados son los pobres desgraciados que ni aire tienen acondicionado, malaventurados son los embargados, por la vida, por los bancos o por los estados.
Malaventurados los invadidos, explotados y humillados que encorvados sobreviven y resisten.
Malaventurados los oprimidos y silenciados, los estoicos de este primer mundo que llaman civilizado y soportan cuanto pueden, recortados, criticados y semiderrotados.
Malaventurados los desafortunados que murieron, en guerras que no eran las suyas y los parias que como muertos vivientes transitan, esquivando la muerte y la miseria.

Bienaventurados todos ellos, si hay un cielo, sin duda se lo merecen.


Malaventurados son, quienes ni sombra tienen,
malaventurados son los oprimidos,
que en la bienaventuranza sean redimidos
y que a mejores puertos lleguen, siempre bendecidos.

miércoles, 31 de mayo de 2017

Universos para lelos


En un ejercicio de abstracción considerable, motivado tal vez, por un enconado insomnio, he viajado a un universo paralelo.
Ha sido tan real que no sabría distinguir si ha ocurrido o sólo ha sido una figuración, una ensoñación, un puro sueño. En dicho universo, he podido descubrir a un tipo que se parece a mí, como una gota de agua a otra. Tiene la misma apariencia física que yo, el mismo rostro, pero parece algo más delgado, más musculoso, más atlético. Ha llamado mi atención, pero lo observo desde lejos porque sé que si me encuentro con él cara a cara, puede que desaparezcamos los dos o uno de los dos y yo no quiero desaparecer por nada del mundo.
Él no ha reparado en mi presencia. Yo llevo una gorra, barba descuidada y unas gafas de sol que ocultan mi rostro y procuro pasar desapercibido, no quiero que advierta mi presencia, lo sigo disimuladamente a una distancia prudente y si veo que va a pararse o a detener su marcha por cualquier motivo, me las ingenio para sincronizar el mismo movimiento fingiendo que miro el móvil o un escaparate.
Está bronceado y parece más joven que yo, va vestido de forma elegante pero sin presunción, parece un triunfador. Camina delante mía por una amplia avenida y me recuerda su forma de andar a la mía propia. Se para en una cafetería y se sienta en una mesa mientras mira su teléfono.
Al rato llega una mujer y por una extraña razón que no consigo entender o quizás estas cosas sean moneda común en los universos paralelos, se parece a la mía también como una gota de agua a otra, pero ésta tiene el pelo más largo y los labios pintados de un rojo intenso, vaya, que me gusta más que la mía. El se levanta y la besa en los labios, sonríen, vuelven a sentarse y empiezan a charlar animadamente. Me siento en la mesa de un bar en la acera opuesta, casi a la altura de ellos, pero separados unos metros y parapetado en mis gafas, simulando leer un periódico, los observo discretamente, como si estuviera en el teatro y ellos fueran los únicos protagonistas de una obra.
Irradian felicidad, se comen con la mirada, se dan la mano, se ríen al unísono, se besan de nuevo. Y cada vez que se besan siento como si yo me fuera diluyendo y mi desasosiego crece y mi incertidumbre también.
Parece que vuelvo a sentirme otra vez, cuando se han callado ambos y ahora sólo se miran el uno al otro embelesados. Entonces pasa un autobús enorme que parece no tener fin y los pierdo de mi vista por un eterno momento. Termina de pasar el infinito autobús y ahora sólo está él, ella no está, parece como si se hubiera esfumado. Qué contrariedad, era tan bella.
De repente, siento la necesidad de cruzar la calle y sentarme frente a mi otro yo, frente al individuo que se parece tanto a mí. Poseído por un oscuro deseo e ignorando todos los peligros inherentes de los universos paralelos, me encamino con paso firme a su mesa.
Y es entonces cuando ocurre algo para lo que no encuentro explicación, haciendo que mis neuronas choquen unas contra otras sin hallar la salida. Nada más sentarme, nada más mirarle a los ojos, el individuo que se parece a mí, el individuo que es clavado a mí, el individuo que creo ser yo mismo, desaparece, se volatiliza, y yo me quedo mirando su espectro evaporarse como el humo, como un boxeador en la lona tirado, como un buzo que se ha quedado sin oxígeno.
Me quedo como en trance, absorto, ido, hasta que una voz conocida, parece rescatarme de mi extraña visión. Es ella. La invito a sentarse después de besarla.
¿Por qué no te dejas el pelo largo y te pintas los labios de rojo, cariño?
Le pregunto sonriendo.
Entonces ella, aprovecha para preguntarme, a su vez…
¿Por qué no pierdes algo de barriga, vas al gimnasio y te quitas esas barbas de pordiosero?
Después del bofetón sin manos de ella, poco podía opinar, pero aquella visión de mi alter ego con la mujer igual a la mía pero más bella, me había dejado tocadísimo. 
No podía decir nada, no podía articular palabra.
- ¿Ya estás otra vez en tu limbo? Me inquirió ella mientras apuraba sus últimas caladas y yo bebía una cerveza más.
- No, cariño, estaba pensando que deberíamos ir a la playa este fin de semana, hace buen tiempo, le dije, como queriendo recomponerme de mi abstracción.
- Uhhh, tengo que hacerme la cera...
- Ah, sí, dije distraídamente mientras seguía rememorando las facciones de nuestros dobles. 
Llegó el camarero y trajo nuevas cervezas y volvió a pasar el autobús eterno y cuando terminó su estela, en el bar de enfrente, volvieron a aparecer ellos, en el lugar donde antes había estado yo. ¿Pero qué broma macabra es ésta? 
No daba crédito, seguían allí. Di un tragantón al tercio y me froté los ojos, Tal vez, aquello fuera una visión extraña propiciada por mi noche de insomnio. 
Ella volvió a interrogarme en mi abstracción, estaba de espaldas y no podía ver lo que yo veía. 
- ¿Qué te pasa? ¿Qué miras con tanto interés?
- A ver, es extraño, pero si te das la vuelta verás a dos personas que se parecen a nosotros en el bar de enfrente. 
Ella sació su curiosidad rápido, se puso a mi lado haciendo ver que cogía algo del bolso, depositado en una silla vacía entre los dos. 
- Ehhh... ¿Qué broma es esta? El se parece a tí hace unos años, está genial y ella es divina, soy yo misma. 
Empecé a reír, no estaba loco, ella también podía verlos.
Ellos parecían no advertir nuestra presencia, enfrascados en una conversación que parecía interesante. 
- Deberíamos ir a saludarlos... ¿No crees? preguntó ella.
- Ufff, no sé si será buena idea, y si desaparecemos nosotros?
- Pero qué dices? Venga, no perdemos nada, estoy intrigadísima. 
- He leído en algún sitio que podemos evaporarnos si nos encontramos con nuestro otro yo. ¿Es eso lo que quieres?
Ella comenzó a reír sin parar, la situación le parecía tan kafkiana como a mí... Bebió de un sorbo más de la mitad de cerveza sin parar de mirarlos. Me cogió de la mano y me levantó, y cuando íbamos a enfrentarnos con nuestros otros egos, volvió a aparecer el mismo autobús infinito.
Frenamos en seco, esperando que pasara, fueron unos segundos interminables para mí, porque el autobús me daba malas vibraciones. 
Ya pasaba frente a nosotros la cola del autobús eterno y mirábamos los dos expectantes de nuevo al bar de enfrente. 
Pero entonces vimos algo que nos dejó petrificados, algo que nos noqueó y paralizó por igual. 
En la misma mesa del bar de enfrente, estaban ellos, pero ya no eran como antes. El tenía un bastón en la mano y el pelo blanco como la nieve y ella había perdido también su juventud. 
Les quedaba un sustrato de nosotros mismos que ambos advertimos, era como si estuvieran desfilando el pasado y el futuro delante nuestra.
- Oye, vámonos para casa, me he puesto muy mala...
Yo seguía con la mirada perdida en aquella visión desasosegante, y mi pulso latía con vehemencia, pero no podía parar de mirarlos, no podía parar de fijarme en ellos. 
Entonces ellos parecieron advertir que los mirábamos, al lado de mí petrificada y blanca se hallaba ella, sin poder moverse, muy tocada y yo absorto. 
Nos miraron con una sonrisa que parecía condescendiente, con la sonrisa de la vejez, de la sabiduría, de la calma.
Volvió a pasar el autobús...